Hemos pasado una semana en este precioso rincón asturiano. Desde el primer momento te sientes en casa, porque está todo impoluto, con toques que le dan un sabor a calor de hogar. En el exterior un porchecito de lo más agradable y algo que nos ha dado un plus de disfrute, la barbacoa, que hemos usado en más de una ocasión.
El entorno inmejorable, porque la casa está en un lugar en el que por la noche todo es silencio y por la mañana, sólo escuchas el piar de los pajaritos, jejejej... al mismo tiempo accesible tanto a la playa como a la montaña. Un lujo para los que no renunciamos ni a una cosa ni a la otra.
Especial mención para sus propietarios Gema y Carlos, que se mostraron muy amables en todo momento y para Joaquin, el abuelo, que con 91 años, sube la rampa que va a la casa mejor que nosotros!
Y no nos podemos olvidar de Pirata, uno de los perros que allí viven, que nos hizo las veces de mascota, en muchos ratitos de los que allí pasamos.
Con todo esto, sólo nos falta decir una cosa, ¡volveremos!